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ENTREVISTA A CHEMA GARCÍA IBARRA EN «CINEUROPA»

Alfonso Rivera/Cineuropa

El premiadísimo y muy personal cortometrajista presenta su -esperadísimo- primer largometraje, rodado en su Elche natal y con actores no profesionales, que destila su particular sentido del humor.

Chema García Ibarra no ha parado de cosechar alabanzas y galardones desde que en 2008 estrenó El ataque de los robots de Nebulosa-5, corto exhibido en Sundance y Cannes que, como en la mayoría de su obra, rodó en la localidad donde nació hace 40 años: Elche, y con familiares, amigos y vecinos; algo que ha continuado haciendo hasta su primera película, Espíritu sagrado, que compite en el Festival de Cine de Locarno.

Cineuropa: ¿Qué tienen lugares como tu propia ciudad para que te atraigan como escenario?
Chema García Ibarra:
 Que no son Madrid ni Barcelona, que están tan vistos: idénticos balcones, gente, tiendas… Eso está gastado para el cine y me produce aburrimiento y cero excitación, por eso me gusta rodar en lugares donde nadie estuvo antes con una cámara: poseen una frescura que me encanta. Eso pasa también con las personas, porque yo ruedo con actores no profesionales.

Hay ahí cierta pureza: no están pervertidos por la presencia de la cámara.
En los lugares donde se suele rodar, la gente tiene una predisposición para el cine y le cuesta. Pero donde nunca se ha rodado, cualquiera ve un rodaje como una diversión y se apunta: eso ayuda. Algunos amigos me cuentan penurias para filmar en una tienda madrileña y a mí no me lo pueden poner más fácil en Elche, y no le puede parecer más divertido al dueño del establecimiento. Hay una recepción distinta, más alegre.

Has rodado tanto en tu pueblo que acabarán poniéndole a una rotonda el nombre de Chema García Ibarra…
Sí, jeje, han salido casi todos los vecinos. Se me acerca gente diciéndome en broma “Si me necesitas…” y luego les llamo y dicen que les da vergüenza. Elche me ha tratado súper bien.

La otra película española en Locarno, Seis días corrientes también emplea actores no profesionales, como haces tú en Espíritu sagrado.
Sí, qué casualidad. Además, Neus Ballús, con La Plaga, estuvo en Berlinale y yo con el cortometraje Misterio. Y luego, en los premios del cine europeo, en 2013: coincidimos un montón de veces.

Ella me contó que con sus actores no profesionales empleó ensayos y coachs. ¿Cuál ha sido el trabajo con tus intérpretes?
Me gusta que no se note que son actores: que no haya actuación. Trasladamos su naturalidad a la película, pero el contenido de sus actos es ficción. Hablo mucho con ellos sobre qué es equivocarse: si cambias el orden de las frases, no es un error; si se te traba la lengua, tampoco; o si se te cae algo de la mano y lo coges, tampoco. ¿Y qué es un error? Mirar a cámara, desvelar que hay un rodaje o decir “¡corten!”. Ellos tienen que continuar, como en la vida normal, donde balbuceas o te trabas, y no pasa nada. Busco ese tipo de naturalidad: intento que no memoricen el texto y lo lean pocas veces. Los ensayos consisten en ver qué me aporta esa persona: qué expresiones usa, oír su acento y, más que ensayar, hablo con ellos para ver qué me aportan de su personalidad. No se sienten presionados por tener que recordar un texto, con lo que se consigue una sensación de familiaridad que propicia lo que yo quiero: que se sientan ellos mismos diciendo lo que ha escrito otro.

¿Y los eliges por su carácter o fotogenia?
Por una mezcla de todo: yo me imagino unos personajes y me siento atraído por aquellas personas que se les parecen. Valoro mucho la forma de hablar, la voz y la mirada. También que podamos comunicar, me entiendan y me apetezca estar con ellos. Nacho Fernández, el protagonista, es un chico de Alicante que trabaja de vigilante nocturno de un parking, mandó un vídeo y me gustó su físico: bajito, con la cara un poco regordeta y, sobre todo, sus ojos, además de ser alguien fácil con quien estar. Fue bastante flechazo lo de Nacho.

Me ha sorprendido la música, que me recuerda a la de los films de John Carpenter.
Yo estaba escuchando, mientras escribía el guion, una discográfica alemana de los 70, Sky Records, que publicó a grupos de krautrock como Cluster o Moebius. Explorándolo me encuentro con un señor que sacó sólo un disco, Dieckmann, de la época de Kraftwerk, que fue asesinado en un bar por un borracho, antes de publicar su disco, cortito, instrumental. Y pensé ¿qué pasaría con esa unión? Que sonase en la película esa música que escuché mientras escribía: ¡Y me encanta como queda!

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