Las jovencísimas cineastas Marta Lallana e Ivet Castelo fueron premiadas en la sección Zonazine del último festival de Málaga por su sensible ópera prima, Ojos Negros.
Ojos Negros es también el nombre de la población donde transcurre el primer largometraje dirigido por Marta Lallana (25 años) e Ivet Castelo (a punto de los 24), dos talentos más que emergentes, amigas desde siempre, que estudiaron dirección en la Universidad Pompeu Frabra de Barcelona. Allí se germinó, como trabajo de fin de carrera, su aplaudida ópera prima (Ojos Negros) que, tras obtener la Biznaga de Plata a la Mejor Película de la sección Zonazine en el último Festival de Málaga – Cine en español, ha seguido sorprendiendo en otros certámenes como Bafici, D’A y Atlántida Film Festival. Cineuropa ha charlado con ellas en un lugar que exuda séptimo arte, el archivo de Cineteca, en Matadero Madrid.
Cineuropa: ¿Os ha sorprendido el recorrido que está teniendo vuestra primera película?
Ivet Castelo: Cuando empezamos con ella, no pensábamos en esto: la idea era poder hacerla y, sobre todo, terminarla. Teníamos el propósito de rodar un film que no se quedara solamente como un trabajo de aula, sino que pudiera tener una distribución, pero no nos podíamos imaginar que íbamos a estrenar en cines, como haremos este viernes, 19 de julio. Pero tomamos conciencia de las dimensiones que estaba adquiriendo el proyecto cuando el músico Raül Refree (Entre dos aguas), por ejemplo, empezó a componer la banda sonora, o cuando Filmin decidió distribuirla. Entonces sí nos dimos cuenta de que Ojos Negros se estaba haciendo grande.
En la Universidad Pompeu Fabra se han dado otros casos similares al vuestro, desde Júlia Ist a Las amigas de Ágata.
Marta Lallana: Sí, se ha creado una especie de caldo de cultivo tal que cuando llegas al cuarto año de carrera tienes muchas ganas de rodar, porque no es una escuela de cine donde vas haciendo ejercicios y acabas la carrera con ocho cortometrajes. Nosotras no habíamos hecho nada y llegábamos al final con la ilusión de volcar todo lo aprendido. Te insisten mucho allí en tratar las cosas desde la honestidad y la verdad: hablar de lo vivido. Ojos Negros es honesta en ese sentido, humilde y sincera con nuestros recuerdos.
I.C.: Somos conscientes también de las limitaciones que hay, pero intentando aprovecharlas y así poder hacer una película muy medida, acorde con lo que queremos contar y podemos hacer.
¿De dónde salió entonces la película: de las tripas, del cerebro o del corazón, o un poco de cada sitio?
M.L.: Yo creo que lleva dentro más emoción, corazón y tripas que cerebro. Nos hemos ido moviendo a nivel más sensorial. Cuando al principio pensábamos en qué historia contar, analizamos el momento de la infancia-adolescencia cuando notas el click de adquirir madurez: ¿cómo explicar eso? Coincidimos en que estaba en la concepción del paso del tiempo, pues siendo niño vives el presente, pero cuando se abre tu línea temporal y piensas en el futuro, en qué será de tu vida y de tus relaciones, ahí tienes la revelación, pequeña, pero afecta de forma muy intensa en esa edad.
¿Ambas habéis veraneado en pueblos, como la protagonista del film?
M.L.: Cada una teníamos un pueblo de veraneo. Ojos Negros, en Aragón, es mi pueblo materno y apenas iba un par de veces, pocos días al año, para ver a mis abuelos. Nunca he tenido esa vivencia de pandilla durante un mes. Mis viajes allá suponían conectar con el pasado familiar. I.C.: Yo iba a un pueblo de Andalucía, de donde era mi madre. Desde pequeña vivía allí cada verano tres semanas y me han marcado sus recuerdos. Fue una experiencia más luminosa que la del personaje central del film: era un lugar al que no pertenezco y, a la vez, podía tener mi propio espacio. Me sentía libre. Hemos creado con las dos experiencias –la de Marta y la mía– un imaginario particular, pero fácil de identificar por mucha gente.
Por último, ¿Qué cineastas os han inspirado?
M.L.: Siempre nos hemos sentido ligadas a un cine de otra época, pues lo que más nos gustaba durante la carrera fue Carlos Saura: Cría cuervos nos ha marcado mucho. También nos apasiona Pialat (A nuestros amores), con esa adolescencia reveladora y la fuerza de su protagonista. Otra película que me marcó mucho es Mes petites amoureuses, de Jean Eustache: nos interesaba este tipo de cine y con él convivíamos. Gonzalo de Lucas fue nuestro tutor, y siempre estuvimos, desde inicio a final, intercambiando ideas.
I.C.: Él nos ayudó mucho a construir la sensación de temporalidad de la película, así como la relación entre las dos protagonistas. Cuando eres adolescente trabas amistades muy intensas, donde existe una línea tan fina entre la amistad y el amor que no te posicionas ni te cuestionas. Nos ayudó a definir todo eso, pues algunas cosas del film fueron apareciendo poco a poco.