El tercer largometraje de Mar Coll, que aborda de cerca la depresión posparto, constituye una mezcla de drama feminista y thriller psicológico.

POR MARIANA HRISTOVA y SAVINA PETKOVA-CINEUROPA
Tras haberse “especializado” en las relaciones familiares y la afirmación de la libertad personal femenina a través de sus trabajos anteriores, Tres días con la familia y Todos queremos lo mejor para ella la realizadora catalana Mar Coll se vuelve todavía más intimista al intentar diseccionar la compleja paleta emocional de una madre primeriza hacia su bebé recién nacido en Salve Maria, que acaba de estrenarse en la competición internacional del Festival de Locarno. Traspasar los límites establecidos es también una característica del cine de Coll. Basada en la novela Las madres no, de la escritora vasca Katixa Agirre, la película adopta la perspectiva de una madre que lucha por aceptar a su hijo, así como los pensamientos invasivos que la atormentan en su estado de desconocimiento y soledad. Por su parte, el acertado título de la película, Salve Maria, subraya el heroísmo y el martirio de la protagonista, complementado por la expresión lúgubre y exhausta de la actriz principal, Laura Weissmahr, pero también transmite una sutil crítica a la imagen idealizada de la maternidad en el catolicismo.
La trama sigue a María, una aspirante a escritora atada al bebé y a su cochecito, a través de sus reacciones exageradas, sus ansiedades y una lucha silenciosa pero feroz contra los aspectos prácticos de la vida cotidiana, exacerbados por las pocas horas de sueño que consigue conciliar en las primeras semanas de esta nueva etapa de su vida. La lactancia es dolorosa, el bebé sigue vomitando leche (un problema que tan solo ella parece notar) y los viejos marcos de las ventanas del estrecho apartamento ni siquiera permiten cerrarlas. Mientras tanto, el padre, siempre ocupado y ausente, aplaza su permiso de paternidad y nunca encuentra tiempo para arreglarlas. La vida de una escritora, cuyo intrigante mundo interior e imaginación logran cautivar al espectador, queda anulada por su preocupación por un ser indefenso; su ego está herido de muerte. A la posibilidad de que su tediosa realidad acabe convirtiéndose en pesadilla se suma la exagerada cobertura mediática del caso de una mujer francesa que ahogó a sus gemelos de diez meses en una bañera. María se obsesiona con el caso y, como en las películas de Hollywood, empieza a recortar artículos de periódico a escondidas y a escribir sus fantasías más oscuras, acompañadas de visiones alucinógenas de la distorsión de su propio cuerpo. Más allá de tener un efecto terapéutico, este parece ser el punto de inflexión en el que el drama se adentra sutilmente en el terreno del thriller.

Cineuropa: Tengo que decir que Salve Maria me afectó profundamente y de una forma sorprendente. Fue un reto separar a la crítica que hay en mí de la mujer. Pero me preocupaba María, no su bebé.
Mar Coll: Sabíamos que era un tema muy delicado. Pensé que la protagonista podría provocar cierta antipatía porque no es capaz de establecer un vínculo con su bebé, que es tan tierno y vulnerable. Sabíamos que el éxito de la película dependía de la forma en que el público empatizara con ella, por eso intentamos mantenernos muy cerca del personaje. Queríamos hacer una película emocionante en vez de ser críticos o distantes. Sin embargo, en el trabajo que hacemos, una parte del público siempre se sentirá excluida.
Quizá sea una pregunta demasiado amplia, pero ¿crees que hay experiencias liminales que no se pueden compartir, a menos que uno mismo las haya vivido?
Es una pregunta que me hago constantemente cuando tengo que elegir a los actores para mis películas. ¿Necesito un intérprete que haya pasado por la misma experiencia para comunicar genuinamente las emociones? No creo que sea necesario. En mi opinión, Salve Maria también trata de la culpa, de la angustia, de sentimientos más universales, y por supuesto de la maternidad, pero quizá cualquiera que haya sentido que no es una buena persona, que está haciendo algo mal, pueda conectar con ella. Así que no se trata solo de ser madre, sino también de sentirse mal, de sentirse un monstruo.
¿Cuánto influyó esto en el trabajo con la actriz principal, Laura Weissmahr?
Fue muy difícil elegir a la persona adecuada para el papel, porque la primera intención que teníamos era contratar a alguien conocido, por muchas razones, la mayoría de ellas económicas. Sin embargo, cuando conocí a Laura, me pareció que era perfecta. Esta es la primera película que hace. Tiene una cierta fragilidad y es superfotogénica de una manera muy especial. Por no hablar de sus ojos. En la película, siempre parece cansada, pero es muy expresiva…
Me preguntaba si ese aspecto se realzaba con maquillaje.
¡No! Solo teníamos a una persona maquillando y le pedí específicamente que no maquillara demasiado a Laura. Su pelo, en cambio, era muy importante, porque es rubio decolorado…
Se nota en lo mucho que le han crecido las raíces, por el tiempo que ha pasado desde la última vez que cuidó su aspecto.
Exacto. Si le pones maquillaje a Laura, se transforma visiblemente, así que era superimportante ser fieles al personaje. Le rogué a la maquilladora que no le pusiera corrector, que no le tocara las ojeras. “¡Es fundamental!”, le decía.
La película está basada en una novela. ¿Cómo es, para quien no la haya leído?
Es muy diferente, porque mezcla estilos y enfoques distintos: periodístico, ensayístico y novelístico, todo en uno. Está escrita en primera persona y la trama gira en torno al crimen que obsesiona a la protagonista. Nos interesaba cómo una persona se obsesiona con un infanticidio. El libro habla de la maternidad y del tabú, trata de un montón de cosas que también aparecen en la película, pero nos hemos alejado bastante del texto original. Aunque creo que el espíritu se mantiene y, por supuesto, la trama principal también. En la novela, la escritora no tiene que lidiar con un conflicto tan grande; se limita a investigar por su cuenta. También pensamos que era una buena idea representar la maternidad con este particular lenguaje cinematográfico, porque la maternidad en sí misma puede ser oscura e irracional, así que ya tiene los elementos perfectos para construir una película de género, con un trasfondo de terror.
